En las últimas semanas se han destacado las noticias sobre abuso y acoso sexual a mujeres y niñas, que han desencadenado diversas opiniones, tanto de hombres como mujeres. Esta oleada de comentarios exponen a la luz pública una sociedad maltratada y abusada, pero también, una sociedad opresora que busca la revictimización. La sociedad opresora a la que hago referencia, está conformada por esas personas que ponen en duda los testimonios de las víctimas y defienden indiscriminadamente los miembros de la fuerza pública, ignorando que la gravedad del delito cuando lo comete la fuerza pública se deriva de que su deber es la protección de la ciudadanía.
Me produce un dolor inmensurable leer los relatos de muchas mujeres que han sido víctimas de abuso y/o acoso sexual, escuchar a mis amigas y a mi hermana que también han sido víctimas, hasta recordar los momentos en los que yo misma fui víctima. Hemos sido víctimas por parte de alguien de mayor jerarquía (bien sea laboral o familiar) e incluso por personas con las que hemos tenido una relación afectiva o de amistad.
En la mayoría de los casos el abusador es una persona cercana, de ahí que la mujer sienta algún tipo de confianza estando con él y no tenga una posición de alerta. Cuando se está en esta situación pasan tantas cosas por la cabeza que uno puede llegar a sentir cierto nivel de parálisis, el victimario puede ejercer la fuerza, usar palabras amenazantes o tomar ventaja del nivel de alcohol de la víctima para que acceda incluso sin un verdadero consentimiento.
Entre las opiniones que la gente emite acerca de las denuncias sobre acoso y/o abuso sexual, que desacreditan el testimonio, he visto algunos en los que mencionan que: “las denuncias tardías son una moda”, o “yo me hubiera defendido”.Por fortuna estas personas que comentan no han tenido que pasar por una situación así. La gente se sorprende porque hoy en día hay mucha maldad, pero en realidad estas situaciones no son nuevas, la diferencia es que en la actualidad, con las redes sociales, donde todos somos dueños de la información, y con los movimientos de solidaridad entre las mujeres, estamos en una era donde la denuncia pública es a través de las redes sociales. El espacio virtual es un medio de desahogo y un mecanismo de expresión ante violaciones a derechos, sin embargo, este espacio es a su vez, un espacio donde todos juzgan y se creen dueños de la verdad.
Es claro que los victimarios tienen derecho a una defensa en el campo de las instituciones estatales, sin embargo, es necesario señalar que este no puede ser el único espacio donde se denuncie, o se discutan los casos de violencia sexual, ya que en muchos casos, en los procesos judiciales los victimarios salen absueltos o el testimonio de la víctima lo denigran y lo desestiman. Además, la exigencia de contarlo una y otra vez es perturbador, ya es suficiente con tener esas imágenes en la cabeza de por vida. Las mujeres hemos sido violentadas durante muchos años y los casos que salen a la luz son pocos porque realmente muy pocas mujeres nos atrevemos a contar la historia por diversas razones.
Relatar lo sucedido, aparte de doloroso por revivir la situación, es someternos al escarnio público. Lo primero que ponen en duda es la palabra de la mujer, argumentando que seguramente lo que buscamos es una “venganza” contra el hombre, o que somos unas provocadoras, o estábamos en el lugar que no debíamos. Pocas veces encontramos una voz de aliento que diga que nos cree. Hoy día, por fortuna, existen estos grupos de apoyo a las víctimas, que son un espacio muy importante por ser quienes han luchado por derrotar esa violencia, con protestas y cantos, entre otras múltiples formas de manifestación. Aunque para algunos la reivindicación de los derechos de las mujeres es motivo de burla y en su momento se sintieron ofendidos, estos mecanismos de expresión de inconformismo y denuncia pública han logrado ejercer presión para que muchos casos no queden en la impunidad.
Esto no es un tema de crear leyes que sentencien estas acciones, porque en muchos casos los religiosos que se ciernen por las leyes de Dios, son quienes cometen esta infamia; tampoco se trata de condenarlos y hacerles un linchamiento social para acabar con su vida profesional de manera vengativa, de lo que trata es prevenir y garantizar que NO SUCEDAN MÁS ABUSOS. NI UNA MÁS.
Si una mujer no quiere salir con un hombre porque no le gusta o por los motivos que sean, no la acose más, no se aproveche que está alcoholizada para que ella acceda a sus pretensiones, no crea que porque es su pareja puede penetrarla en el momento que quiera, si tiene problemas de pedófilia hágase tratar por un especialista, si usted tiene un nivel jerárquico superior no lo use a su favor para satisfacer sus deseos, evite los piropos y que las mujeres se sientan observadas-esto es acoso-, y nunca olvide que si una mujer usa cierto tipo de ropa no es para usted ni para provocarlo, deje que se vista como quiera. Las mujeres somos libres, no le pertenecemos a nadie más que a nosotras mismas.
Por otro lado, sororidad y empatía es lo que realmente nos hace falta. Las mujeres muchas veces nos atacamos entre nosotras mismas respondiendo como el mundo machista nos educó y nos quiere. Recuerde que no porque no le haya sucedido a una mujer, significa que no le suceda a otra mujer, su forma de reaccionar no es la misma de las demás mujeres. Es importante que salgamos de los moldes y dejemos de pretender que la veracidad de los sucesos son como nosotros lo haríamos; lastimosamente, en muchos casos ni siquiera sabemos cómo afrontarlo, simplemente guardamos el dolor hasta que podamos contarle a alguien. Si a usted se lo cuentan, siéntase afortunada, porque esa víctima confía en usted, tanto como para abrir su corazón y mostrarle su dolor más profundo, no la juzgue, no ponga en duda su palabra y por favor, no la revictimice.
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