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El espejismo de la felicidad moderna

Llevamos mucho tiempo moviéndonos entre lo hegemónico: entre el “deber ser”, lo que está bien y lo que está mal. Todo de alguna manera es  impuesto. Incluso cuando creemos rebelarnos, terminamos cayendo en una nueva versión de lo mismo.

Ahora, quienes dicen “pensar diferente” repiten discursos de antes. Las personas tradicionales que se autoproclaman dueñas de la verdad y de los “valores correctos” son, irónicamente, los nuevos disruptivos.

Los que antes se enfrentaron al sistema ahora no cuestionan, los que nunca cuestionaban nada, ahora lo cuestionan, pero únicamente lo que les parece que está en contravía de sus creencias; de lo ya establecido. Y entonces lo “revolucionario” que proponía el futuro, se ha convertido en una contienda de quién tiene la razón. 

Las redes sociales llegaron más lejos que la tan satanizada  televisión, que jamás nos dejó los ojos cuadrados, pero que según sus detractores nos quita el pensamiento crítico; y ahora para quienes posan de educados y grandes pensadores, las redes sociales son el problema de la sociedad actual. 

Porque tenemos exceso de información, porque hay un sesgo, porque imponen, porque mienten, porque hay bailes, porque los influencers son personas ordinarias, porque el celular es una extensión de cada ser humano. Porque hay un algoritmo que nos muestra lo que queremos ver, porque nos controlan, porque venden nuestros datos, porque ahora nadie quiere salvar la humanidad, porque todo tiempo pasado fue mejor. 

Lo cierto es que desde hace casi dos décadas las usamos y todavía parece sorprendernos el comportamiento humano. Las tendencias marcan una pauta, un modo de vida, una forma de pensar. Y sí, parece más difícil buscar la autenticidad cuando todos hablan de lo mismo. Queremos más conexión humana pero alejados, desde el celular. Que el otro sepa que estoy pendiente de él porque vi sus historias en instagram, asumo que lo conozco por el contenido que publica y sé que el otro está bien por los memes que comparte. 

La tecnología nos aleja cada vez más de nosotros mismos y por supuesto que debemos usarla, no estoy en contra de ella, pero nos arrasó. Como seres humanos estamos desconectados de nosotros mismos, “el tiempo es oro” y la falta de productividad se castiga, la falta de dinero es motivo de vergüenza porque no puedes presumir el estilo de vida que demuestra que eres feliz y ni qué decir  si no has encontrado  al  “amor de tu vida”; que cada vez parece más una lista de requerimientos para ocupar un cargo laboral. 

Eres descartable si en la primera cita no demuestras tu valor agregado y ojalá que haya un retorno de inversión lo suficientemente bueno para una segunda cita. ¿Por qué culpar a las redes sociales de lo que nosotros mismos con la necesidad voraz de consumo hemos causado? La cantidad de contenido que hay hoy día en las plataformas lo demuestra, la cantidad de publicaciones que debes hacer para ser relevante, porque no valen 3 likes, necesitas miles para considerar válida tu opinión. 

Ama tu cuerpo, pero si no te gusta cambialo. Si antes nos comparábamos con alguien cercano, ahora es con el/la influencer de turno, porque son personas aparentemente reales que viven de sus sueños y de hacernos creer que es así. Incluso nos dicen qué y cómo soñar: Viaja más, vive más, ve a cuanto evento haya, ten una vida saludable, deja la vida aburrida que tienes, lucha por tus sueños y paga mi curso para decirte cómo hacerlo, come en esta “joya escondida”  que descubrí, compra, compra más y colecciona momentos. 

¿Cuándo estamos tomando realmente nuestras propias decisiones? Sí, parece que todo lo que hacemos es predictivo, un análisis de datos ya sabe cuál es nuestra próxima decisión. Hasta ir a terapia se convirtió en la nueva tendencia, todos auto diagnosticados por los miles de podcast que entrevistan famosos contando sus procesos de sufrimiento. 

El problema de salud mental seguramente viene de hace años, la psiquiatría y la psicología no son de ahora. Lo que sí es de ahora es que dejó de etiquetarse de loco al que va a terapia y ahora se etiqueta de narcisista al que no va. “Es que todo el mundo debe ir a terapia” he leído en varios trinos, ¿por qué? Me pregunto yo. 

Porque no se sienten a gusto con sus vidas o porque ahora hasta respirar genera ansiedad, sentirse triste ya lo catalogan como depresión y básicamente debemos sonreír y hacer bailes para demostrar que somos felices. Entonces debemos vivir en una sociedad hegemónicamente feliz, sin ningún tipo de problema, sin contradicciones, sin polaridades, en un estado de absoluto acuerdo en los conceptos de felicidad, amor, perdón y verdad.

Cada quien es libre de creer en lo que quiera y estoy de acuerdo con eso, en respetar las creencias del otro y no obligar a nadie a opinar lo mismo que yo, es ahí donde se generan las conversaciones, en las diferencias, pero no busquemos ser igual al otro, intentemos mantener nuestra autenticidad, sigamos buscando nuestra propia verdad, tengamos más diálogos, escuchemos  al que nos parece diferente, al que no nos gusta su postura; escuchando aprendemos, estar abiertos a la diferencia construye una mejor sociedad. 

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