Últimamente he pensado en mi decisión de no ser madre y he cuestionado si realmente lo hice siendo consciente que no quería serlo, por alguna herida o por miedo.
Asumí la responsabilidad de la crianza de mis hermanos a los 20 años cuando mi mamá falleció, asumí forzosamente, pero lo asumí y lo hice por muchos años, tanto así que con la muerte de mi hermano sentí la pérdida de un hijo. Por mucho tiempo repetí esa historia en mi cabeza: “ya fui mamá y me obligaron a serlo”. Con el tiempo y con los diferentes tipos de terapia que he hecho, he logrado reconciliarme con esa parte de mi historia, verlo como una decisión de mi alma, y entender que aunque tenía miedo, decidí hacerlo y apoyar a mi papá en esa labor de crianza.
Hace unos meses tuve un encuentro con un familiar materno que tiene una hija de mi edad y me comentó que ella fue madre a los 20 años y hoy día es una gran odontóloga cirujana, que tiene su propia clínica. Asombrada le dije: “pero le fue bien” y él concluyó: “porque nosotros (su familia) la apoyamos.
Esa conversación me lleva dando vueltas en la cabeza desde entonces y recordé “la educación sexual” que me dieron, entre advertencias reiterativas de cómo dañaría mi vida si quedaba embarazada, del apoyo que no recibiría si eso pasaba, las amenazas y las ofensas que recibí incluso siendo una mujer que se acercaba a los treinta años.
Recordé alguna vez mientras estaba en la universidad que tenía una relación sin ningún compromiso con un compañero de clase, una amiga me dijo: “Si quedas embarazada de él, yo misma te llevo a abortar” y entiendo su preocupación en aquel momento, pero no era la forma. A mi nadie me preguntó si yo quería ser madre, simplemente asumieron que no podía porque no tenía las condiciones para serlo, ni pareja, ni trabajo, ni finanzas, ni emocionalmente era estable.
Ahora me replanteo la pregunta ¿puedo tener hijos? Más allá del querer y desear ser madre, porque muchas mujeres tienen ese deseo, siento que en mi caso, no se dio, si bien tomé una decisión radical, fruto del miedo de quedar embarazada y aunque apoyo el aborto y la decisión de hacerlo bajo las mejores circunstancias medicas para que las mujeres no corran ningún riesgo, nunca lo vi como una posibilidad en caso de un embarazo.
Siempre he sido una persona responsable con mi salud sexual y reproductiva, pese a la deplorable educación sexual que recibimos en la adolescencia a quienes estudiamos en colegios católicos y también de parte de nuestros padres que preferían evadir el tema o llenarnos de miedo y vaticinar el peor futuro a modo de prevención.
A mis 35 años decidí hacerme el pomeroy (corte de trompas) entre otras razones porque salí de un cáncer de tiroides que me dejó algunas secuelas físicas y sentí que mi cuerpo no podría soportar un embarazo, no me arrepiento porque creo que la maternidad se puede vivir de otras formas, y por eso agradezco a la vida que me regaló a mi perro como una forma de vivirla, porque le doy todo el amor y el cuidado que le daría a un hijo si lo tuviera.
Crear es dar vida y soy una mujer creativa que está gestando proyectos, así que este escrito es para liberar a esa mujer que quiso ser madre y no pudo por distintos motivos, para darle voz a esas mujeres a las que alguna vez obligaron a abortar, a esas mujeres que en silencio han tenido miedo de otro embarazo, a esas mujeres que sintieron que dañaron su vida, a esas mujeres a las que su familia desterró por un embarazo y no tuvieron apoyo, a esas mujeres a las que hicieron sentir que no eran aptas para a dar a luz y a esas mujeres a las que llenaron de culpa por su embarazo.
A todas las abrazo y las comprendo. No todas las maternidades se viven con privilegios y no me refiero únicamente al económico, sino al apoyo, a la compañía de la familia y la pareja; porque aunque muchas mujeres han sido madres solteras y han logrado sacar sus hijos adelante, es importante sentirse sostenida y apoyada, eso haría al mundo un poco más habitable, escuchar, abrazar, y ser compasivo con el otro aunque no estemos de acuerdo con sus decisiones.
No cuestionemos los motivos de las mujeres para ser o no ser madres, cada quién las tiene y pueden ser más profundas que el simple deseo o no tener las condiciones. Es importante que no se siga perpetuando esa educación sexual que impone el miedo a las consecuencias, la maternidad es una etapa que las mujeres se merecen vivir desde el amor y la tranquilidad.
Por muchos años sentí que no merecía ser madre, que no podría, que no era apta y lo creí. Ahora que comprendo que tomé esa decisión desde una herida y desde el miedo, puedo reconciliarme conmigo y con mi capacidad de dar vida de otra manera: creando historias.



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